lunes, 26 de enero de 2009

Prensa política y lectores militantes

Hubo un tiempo durante el cual el periodismo era expresamente un medio de persuasión: los principales diarios de la Argentina estaban identificados con un partido político o se presentaban como defensores de una definida corriente de opinión. Así, en el país están o estuvieron el mitrista diario La Nación, el conservador La Prensa, el yrigoyenista La Época, el peronista Democracia, el socialista La Vanguardia, el anarquista La Protesta, el comunista Nuestra Propuesta, el nacionalista Azul y Blanco, y muchos otros. Quien leía cada uno de estos periódicos sabía cuál era la ideología y los puntos de vista de los redactores.

Esta convicción con información fue desplazada de a poco por la prensa con lógica empresaria. El objetivo es la maximización de ganancias, que convierte la noticia en mercancía informativa. Para que este sistema funcione, se basa en proclamar la objetividad, utilizar el sensacionalismo y presentar la independencia de posiciones partidarias. Parecen requisitos necesarios en la defensa de intereses económicos, en general de grupos concentrados, que usan la comunicación para legitimar su poder en la sociedad: ¿una política sin partidos, sin militantes... sin votantes? Un mundo de pasivos lectores, consumidores de la “verdad” cotidiana, anunciada como un oráculo, inapelable como una sentencia.

A veces, ése parece ser el rol que ejercen en varios países latinoamericanos algunos diarios y periódicos comerciales, que ocupan el lugar de los partidos políticos. Se llega al extremo de fabricar conflictos y líderes para encauzar la oposición, cuando ésta es muy débil o se encuentra desarticulada.

Claro que éste no es un fenómeno nuevo: antes del desembarco de fuerzas estadounidenses en Cuba durante la guerra con España de 1898, el magnate de la prensa William Hearst envió a La Habana a un periodista, quien le telegrafió lo siguiente: “No ocurre nada, todo está en calma, no habrá guerra, quisiera regresar”. Hearst le respondió: “Quédese, provéanos de ilustraciones, nosotros le suministraremos la guerra”.

En este contexto, es útil recordar la metodología sugerida por Harold D. Lasswell, quien a mediados del siglo pasado recomendaba analizar la función política real de los medios de comunicación con tres preguntas que contestar: “Quién dice qué, a quién y con qué efecto”. Veamos.

Quién dice. El primer punto se refiere a quién dice. En este sentido, sólo tienen acceso a la propiedad de los medios masivos de comunicación el Estado o aquellas empresas con suficiente poder económico como para poder editar un diario o un periódico, o instalar y hacer funcionar una estación de radio o de televisión.

No todos los ciudadanos de este país, por más buenas intenciones que tengan, pueden ser los dueños de un medio de comunicación: la igualdad de oportunidades frente a la comunicación masiva está, pues, falseada desde el origen.


Qué dice. El segundo elemento en la definición se refiere al contenido del mensaje. Aquí suele mezclarse la información con la propaganda. Es decir, se trata de “influenciar la acción humana por la manipulación de representaciones”, que pueden ser habladas, escritas, por imágenes o musicales. Para ello se utilizan los medios de publicidad más aptos para coordinar la conducta de grandes masas de población, lo cual puede hacerse cada vez con mayor eficacia dada la enorme difusión de los modernos medios de comunicación, en especial la televisión; por lo demás, se trata de medios que requieren una actitud pasiva de quien contempla las imágenes, al contrario del esfuerzo de imaginación que requiere la palabra impresa.

Este mensaje puede referirse a la más amplia gama de temas, desde los ideológicos hasta los políticos y comerciales. Sirve tanto para una campaña electoral como para vender un producto o para desgastar a un gobierno. Los problemas surgen con respecto a las cuestiones de fondo, cuando se falsea o deforma la información o se procura instalar profecías autocumplidas; y en las formas, cuando se quiere promover a un candidato con métodos que sirven para vender automóviles o desodorantes (hay circunstancias en las que el método determina el resultado... no todo da lo mismo).

A quién se dice y con qué efecto. El tercer factor de la metodología sugerida por Lasswell alude a los destinatarios del mensaje, que cada vez constituyen grupos más amplios. El éxito de la prédica transmitida por la publicidad se refleja en la adopción por los receptores de las actitudes o conductas preconizadas.

Informar quiere decir –de acuerdo con la definición del diccionario de la Real Academia Española– “enterar, dar noticia de una cosa”; pero para que el mensaje sea tomado como verdadero, debe atravesar el filtro de la ideología o de las ideas preconcebidas o prejuicios. Es común no enterarse de las informaciones que contradicen las propias convicciones; o que, si se aceptaran, plantearían graves problemas morales o políticos o de seguridad personal. Un ejemplo trágico de este hecho es el bloqueo mental con el que gran parte de la población argentina (en especial de su clase media) pudo ignorar la desaparición de personas durante el gobierno militar; o la propia desaparición del Estado durante los ’90.

Otra de las características fundamentales de los medios de comunicación es su capacidad para afirmar o diluir la identidad cultural de las naciones. Varios estudios acerca de la televisión muestran una disociación entre las necesidades de una cultura nacional deseable y la mayor parte del material que se emite, que en su mayor parte consiste en series violentas de procedencia extranjera, que ya están amortizadas en el país de origen y pueden venderse a bajos costos.

El fenómeno de transnacionalización de las actividades económicas y culturales afecta fuertemente a las identidades nacionales. El término de “industria de la información” acuñado por los economistas de la Universidad de Stanford, plantea claramente el predominio de lo económico por sobre lo cultural; si a ello se agrega la factibilidad de emitir mensajes que se reciben en todo el mundo, por encima de las fronteras, resulta la posibilidad de tratar los productos culturales de modo análogo a las exportaciones comerciales. De tal modo, no sólo se desdibuja la identidad cultural nacional, sino que a la vez se desinforma.

En conclusión, abandonada la función política de persuasión, la información aparece entonces como una mercancía más, resultado de sistemas de producción, distribución y consumo donde encontramos las mismas variables y categorías que en cualquier otra área de la actividad económica. Han sufrido las mismas consecuencias de la concentración y extranjerización del aparato productivo y han efectuado una “globalización” de lo comercial y lo político; el problema es que aquí se trata de la producción y de la distribución de ideas, de la visión de nuestra Nación y de nosotros mismos, así como también de las capacidades para alcanzar determinados objetivos.

Lo grave es que los propietarios de la información no lo dicen, y los consumidores suelen creerlo. Aboguemos entonces por una prensa política, que represente con claridad todas las opiniones, y por lectores militantes, que ejerzan sus convicciones.

por Eric Calcagno - Sur.

jueves, 22 de enero de 2009

El encuentro con Cristina

La conversación duró 40 minutos, el intercambio de ideas fue intenso e interesante como esperaba. Es una persona de convicciones profundas. No hubo debates.

Cuando habló en el Aula Magna de la Universidad de la Habana, respondía rápidamente las preguntas de los estudiantes mostrando talento y capacidad de respuesta.

En la Escuela Latinoamericana de Medicina el encuentro fue emotivo; los cantos de los estudiantes campesinos de origen Guaraní con música e instrumentos típicos de esa etnia, dieron un tono especial al acto. Le obsequiaron una bata médica, se la colocó encima del traje de chaqueta y pantalón naranja.

De la ELAM salió para conversar conmigo.

Al hablar de Estados Unidos le señalé la importancia histórica para Cuba de que ayer a las 12 del día habían transitado 10 presidentes a lo largo de 50 años, en los que a pesar del inmenso poder de ese país no habían podido destruir la Revolución Cubana.

Expresé que no albergaba personalmente la menor duda de la honestidad con que Obama, undécimo presidente desde el 1 de Enero de 1959, expresaba sus ideas, pero que a pesar de sus nobles intenciones quedaban muchas interrogantes para responder. A modo de ejemplo me preguntaba: cómo podría un sistema despilfarrador y consumista por excelencia preservar el medio ambiente.

Muchos otros aspectos de política nacional e internacional de Cuba y de Argentina fueron abordados.

La capacidad de Argentina de producir alimentos y productos industriales con tecnología avanzada son factores decisivos para su desarrollo. Mencionó la capacidad de ingeniería informática para comercializar en el mercado mundial, en países como la India de gran interés para ella, que es en cambio muy fuerte en la creación de programas.

A Cristina le gusta consagrarse al trabajo y dedicarle todo el tiempo. No obstante es capaz de proteger sus derechos cuando viaja a otro país, imponer un número de horas para hacer ejercicios y adaptarse, lo cual todos respetan.

Fidel Castro Ruz
21 de enero de 2009
6 y 30 p.m.


miércoles, 14 de enero de 2009

Balance

Un balance necesario

Por Abraham Leonardo Gak - Profesor Honorario de la UBA.

Se cerró un año particularmente difícil. El conflicto por la apropiación de la renta agraria, la reestatización de las jubilaciones privadas y, por último, la irrupción de la crisis internacional, signaron el año tanto político como económico y social. Como un ejercicio saludable, se requiere analizar qué ha sucedido en materia económica durante los últimos seis años, a la luz de las propuestas presentadas por el Plan Fénix en 2001 y, en consecuencia, tener no sólo una mirada realista sobre el presente, sino la confianza acerca de cómo se debe encarar el nuevo año.

En septiembre de 2001 se presentó, dentro del Proyecto Estratégico de la Universidad de Buenos Aires “Hacia el Plan Fénix”, un grupo de propuestas para el desarrollo con equidad, partiendo de la crisis que eclosionó a fines del año 2001, en un proceso que tuvo como protagonista fundamental la ley de convertibilidad. Para ello, hemos elegido unos pocos índices que referencian su gravedad: el PBI había descendido casi el 12 por ciento; el déficit de la cuenta corriente del balance de pagos llegó a los 5 mil millones de dólares en 2001; la deuda pública era cercana a los 130 mil millones de dólares y la privada, del orden de los 80 mil millones de dólares; las reservas internacionales del BCRA no llegaban a los 10 mil millones de dólares; los vencimientos externos comprometidos para el año 2002 representaban el 80 por ciento del total de las exportaciones, incluyendo intereses que ascendían al 55 por ciento de las mismas; la desocupación y la subocupación orillaba el 35 por ciento; el 43 por ciento de la población estaba bajo la línea de pobreza y la indigencia era del 17 por ciento; el trabajo informal, casi el 50 por ciento; y finalmente, la inversión directa no superaba el 12 por ciento del PBI.

Según la propuesta del Plan Fénix, las condiciones para lograr el desarrollo económico y social podían sintetizarse en un decálogo que se transcribe, intercalando una evaluación de los logros y las falencias del período que se analiza:

1 Estabilidad institucional y política

Acabamos de cumplir 25 años consecutivos de democracia. Se ha logrado la constitución de una Corte Suprema de Justicia que goza de reconocimiento generalizado por parte de la sociedad. El Parlamento ha recuperado una parte de su prestigio, fuertemente dañado por años de inoperancia. Queda mucho camino por recorrer, ya que el grado de participación de la comunidad en la gestión pública no ha podido encauzarse en el sistema institucional, más allá del ejercicio de la libertad de expresión y la participación regular en los actos electorales. De todos modos, no se deben minimizar los hechos de que los períodos de ruptura constitucional hayan quedado en el pasado, la sociedad se haya organizado en distintas instituciones que hacen oír su voz y los derechos humanos ocupen hoy un lugar predominante para la sociedad, que a pesar de la exasperante lentitud del juzgamiento de los responsables de los crímenes de lesa humanidad, constituyen junto con el histórico juicio a la cúpula militar un ejemplo que muy pocos países pueden exhibir. Se deberán generar metodologías que aseguren la transparencia en la gestión tanto gubernamental como privada, aventando sospechas de corrupción y clientelismo.

2 Aumento del empleo e incorporación de la fuerza de trabajo al proceso de crecimiento como requisito de integración del tejido social

El crecimiento de puestos de trabajo, de más de tres millones, es un dato relevante que no debe ser subestimado, pues es imprescindible en el proceso de mejora en la distribución del ingreso. Queda por enfrentar el nivel de remuneraciones, la calidad del empleo y una batalla aún no ganada para eliminar el trabajo no formal e infantil. Conviene recordar que a raíz de la devaluación de 2002, sectores de clase media, media baja y desocupados, y gran parte de jubilados, perdieron buena parte de su capacidad de consumo, siendo en consecuencia, una vez más, los grandes perdedores de la crisis.

3 Funcionamiento eficiente y competitivo de los mercados de bienes y servicios, financieros y reales

La coordinación entre la función del Estado y la presencia del mercado requiere un equilibrio nada fácil de lograr. Hasta ahora, la actividad privada ha obtenido gran rentabilidad, habiéndose apoderado de la mayor parte de los frutos del crecimiento. A medida que el Estado recupere su capacidad de regulación y gestión, se podrán encarar acciones que tiendan a equilibrar la participación en el producto bruto del sector de capital y del trabajo. Esta relación ha mejorado, se puede decir levemente, pero queda un gran trecho por recorrer para llegar a guarismos que la Argentina había alcanzado en otros tiempos. Si bien, a partir del primer trimestre de 2007, el Indec ha dejado de publicar las bases de la Encuesta Permanente de Hogares, los datos disponibles permiten estimar una pobre modificación en la relación entre los deciles más pobres y los de mayores ingresos. En general, se puede decir que los sectores que más han progresado son los medios, es decir los de clase media y media alta.

4 Equilibrios macroeconómicos sólidos sobre la base de altas tasas de ahorro interno e inversión, financiamiento genuino del sector público, competitividad internacional, reducción drástica del déficit crónico de la cuenta corriente del balance de pagos. Esto requiere, entre otros requisitos, la búsqueda flexible de precios relativos consistentes con el mantenimiento del poder adquisitivo y el equilibrio externo y una baja tasa de inflación

El mantenimiento en línea de las variables macroeconómicas –tanto fiscales como externas y reservas de divisas– aseguran el cumplimiento de las condiciones requeridas para un despegue ordenado de la economía. La renegociación exitosa de la deuda externa, y una política cambiaria que permite desarrollar la competitividad internacional son el resultado de la consistencia de las políticas hasta ahora desarrolladas, a las que se debe agregar la mejora de los términos del intercambio. El régimen de retenciones contribuyó a este equilibrio esencial. El proceso de acelerada inflación que ha tenido por origen, principalmente, las políticas de precios desarrolladas por las empresas, en un contexto de enorme concentración y extranjerización, no pudo ser controlada por el Gobierno, quien firmó numerosos acuerdos de precios con las mismas, incumplidos en su mayoría, y terminó optando por una grosera intervención del Indec, con la manifiesta intención de manejar la información estadística, decisión política que sólo trajo inseguridad y no modificó las expectativas de los agentes económicos.

5 Competitividad de la producción nacional, limitando el endeudamiento externo a la capacidad de generación de divisas e inversiones privadas directas en actividades transables que, como mínimo, mantengan en equilibrio sus operaciones en divisas

El proceso de inversión basado sobre el ahorro interno ha contribuido en forma fundamental al desarrollo industrial; en el período que nos ocupa, ha pasado de menos del 12 por ciento a cerca del 24 por ciento del PBI, dato relevante pues no sólo es un índice no alcanzado en los últimos 25 años, sino que nos ubica en un lugar destacado en el mundo por la inversión directa versus PBI. Esta circunstancia, unida a una relación cambiaria favorable a los precios externos de nuestra producción primaria y a la participación creciente de las exportaciones industriales, ha contribuido a sostener un crecimiento del total de exportaciones por encima del doble de las existentes en 2002. La caída de los altos precios internacionales de la producción primaria ha modificado el escenario, de modo que habrá que compensar la situación con un mayor volumen en producción exportable, con la búsqueda de nuevos clientes y sobre todo con un incremento de las exportaciones de origen industrial. Mientras tanto, habrá que limitar la importación de bienes de consumo y ejercer un severo control de los movimientos de divisas.

6 Incorporación generalizada y continua del cambio tecnológico en todo el sistema económico y social, participando de las corrientes dinámicas del comercio internacional, compuesta por bienes y servicios altamente diferenciados

La creación de un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y el crecimiento de producción local con fuerte presencia científica y tecnológica indican la voluntad de encarar transformaciones productivas en ese mismo sentido. Queda por delante lograr la incorporación activa de las universidades y la ampliación de políticas públicas dirigidas a ese fin, proveyéndolas de los recursos pertinentes.

7 Presencia de un Estado que asegure el desarrollo nacional, la equidad distributiva y el bienestar

Es evidente que el Estado ha asumido responsabilidades en este sentido, pero el mantenimiento de índices que marcan diferencias inaceptables en materia de distribución del ingreso, sobre todo para los sectores más desprotegidos, indica que aún no se ha avanzado significativamente en la equidad. Desde luego que la universalización del beneficio jubilatorio es un paso distributivo en la buena senda. Aunque en el discurso oficial está presente el tema en forma permanente, los problemas en materia de empleo no registrado, trabajo infantil y un sistema tributario regresivo mantienen esta situación como una asignatura pendiente. Resulta fundamental insistir en que enfrentar las consecuencias de la crisis internacional no debe dejar de lado la necesidad de desarrollar políticas activas en materia de educación y salud. El sistema educativo no sólo requiere una reforma integral, desde los jardines maternales hasta la universidad, sino también enfrentar el desafío de la incorporación masiva de nuevos estudiantes, con sus requerimientos de infraestructura moderna, becas y número importante de nuevos docentes, jóvenes y capacitados.

8 Soberanía monetaria, cambiaria y fiscal, dentro del contexto de la economía internacional

En esta materia, la Argentina ha recuperado el comando de su propio destino. Se podrán discutir distintos aspectos de esta política, pero no cabe ninguna duda de que el avance ha sido sustantivo. Las asignaturas pendientes se conocen, en particular en materia fiscal, ya que la reforma tributaria es reclamada por vastos sectores sociales. Hemos aprendido también que la función principal de un Banco Central no debe ser la de fijar pautas de inflación, sino contribuir al pleno empleo y al bienestar general.

9 Existencia de mercados de capitales financieros al servicio de la producción y el comercio

No se ha logrado aún que el sistema financiero sea considerado como un servicio a la producción y no un objetivo en sí mismo, actuando con demasiada independencia y fijando libremente sus ratios de rentabilidad. La reforma de la ley que regula el funcionamiento de las entidades financieras es de absoluta prioridad, pues de otro modo no se podrá encauzar al sector para el cumplimiento de sus funciones en un país democrático y moderno.

10 Desarrollo de concepciones arraigadas en la realidad nacional y orientadas a dar respuestas a los desafíos y oportunidades de la economía mundial

A la luz de los acontecimientos mundiales, hoy más que nunca el país deberá confiar en las fuerzas endógenas que en las situaciones anteriormente descriptas han podido generar cambios significativos en el pensamiento nacional. Se debe pensar en qué forma integrarnos en un gran bloque regional, superando las asimetrías que nuestros países presentan. Será un esfuerzo necesario para abroquelarnos y poder enfrentar los desafíos a que nos retarán desde los países centrales. Esto supone, asimismo, consolidar un mercado interno que tenga una participación creciente en el sistema productivo.

Se puede ahondar en las diferencias, errores y malas decisiones en las que, en lo cotidiano, incurre el Gobierno. Pero la obligación sigue siendo la de contribuir a mejorar la gestión y no la crítica cerril que tras objetivos políticos menores, socava la posibilidad de generar, en común, los pasos imprescindibles para enfrentar un escenario difícil e imprevisible. Consensos imprescindibles para enfrentar un escenario difícil e imprevisible. Desde luego que desde el gobierno se debe contribuir a tal fin. Desde su primer documento, el Plan Fénix ha insistido en la necesidad del consenso para acordar un Proyecto Nacional que fije las grandes líneas estratégicas de mediano y largo plazo de la nación.

Tenemos la gran oportunidad, en que asentados sobre nuevos paradigmas, se pueda entre todos construir un país que ofrezca a las nuevas generaciones un futuro con posibilidades para hombres y mujeres libres.


miércoles, 7 de enero de 2009

El discurso reaccionario

La oposición sigue una línea coherente: combate toda medida progresiva
Por
Eric Calcagno.

Se trate de acciones en el campo político, económico o social, todo acto de gobierno es descalificado de inmediato por la oposición, con la amplia repercusión que otorgan los medios de comunicación dominantes. Este discurso tiene intenciones a veces “desgastantes”, otras “destituyentes”; adopta las formas de la anécdota para denigrar políticas de fondo, pero sobre todo sigue una metodología coherente.

En efecto, basta que avancemos con la recuperación de Aerolíneas, la nacionalización de los fondos de las Afjp o el conjunto de medidas económicas contra la crisis internacional, para escuchar que tendrán resultados desastrosos, son inútiles o apuntan a transformar estructuras tan sólidamente establecidas que pasarán como la hojarasca.

Encontramos aquí la distinción ya clásica realizada por Albert O. Hirschman en 1991, cuando publicó Dos siglos de retórica reaccionaria. Relata allí cómo pensadores y fuerzas políticas de ideas retrógradas, combatieron contra tres conquistas del progreso: la revolución francesa, el sufragio universal y el Estado de bienestar. Se descalificaba cada una de esas conquistas mediante tres argumentos recurrentes: su efecto perverso, su inutilidad y la puesta en peligro de logros anteriores.

Hay que reconocer que en los dos siglos de pensamiento reaccionario que cita Hirschman estaban en juego las diferentes concepciones de la sociedad y de la historia. Se discutían temas políticos y filosóficos. No se mezclaba el odio a gobiernos o personas, por lo menos en el razonamiento. En la Argentina, por desgracia, muchas veces no ha sido así y menos aún lo es ahora. En el ejemplo de Hirschman sobre la negación del sufragio universal, la razón reaccionaria partía de un concepto elitista de la política (las minorías ilustradas tienen razón y el pueblo ignorante se equivoca). En cambio, en la Argentina, cuando se otorgó el voto a la mujer, grupos políticos que durante decenios habían peleado por esa conquista, se opusieron porque quien promovía el proyecto era Eva Perón. Algo parecido ocurrió con la ley de divorcio sancionada por iniciativa de Perón.

En ese contexto, estas actitudes no tienen nada que ver con los argumentos de los auténticos reaccionarios. Los críticos locales no llegan a Burke, Mosca ni Hayek. Descendieron de la discusión sobre doctrinas, sentidos y finalidades a la lucha política inmediata, cuyo mayor argumento de persuasión parece ser la anécdota autorreferenciada. Ya no importa la orientación general ni el tipo de país al que se va o desea ir. No. “La consigna es desgastar al gobierno”: el apoyo o rechazo a un programa o una medida política es según la apoye o rechace el gobierno. Luego, no se discute tanto sobre el fondo, sino que se personaliza la cuestión política: es malo porque lo presenta tal o cual. Estas características pueden apreciarse en el discurso sobre algunos problemas políticos, económicos y sociales. Veamos.

Cuestiones de oportunidad. Aquí se manifiesta una característica del pensamiento reaccionario local, que consiste en privilegiar los problemas de forma sobre los de fondo. Cuando la oposición está de acuerdo con el fondo del problema o no existen argumentos de fuerza para contradecirlo, se cuestiona la oportunidad de la medida. Si el Gobierno actúa de inmediato, está mal “porque no es el momento de aplicar esa medida” o “porque debió haber sido más estudiada”. Si se demora, también está mal, “porque ese retardo empeoró la situación e hizo perder oportunidades”.

Problema de corrupción. Cuando no pueden defender lo indefendible, denuncian presuntos robos futuros, como lo hicieron con la adopción del sistema jubilatorio de reparto. Entonces reclamaron la “intangibilidad de los depósitos”; cuando se dieron cuenta de que el paradigma es otro, y que las jubilaciones se pagarán con los aportes de los trabajadores en actividad, y que no hay más depósitos en cuentas individuales, dijeron que se iban a robar la plata, con total ignorancia del sistema de controles establecido en la ley.

Cuestiones económicas. Sostienen la necesidad del superávit fiscal y denigran el mantenimiento de las retenciones a las exportaciones o la transferencia al Anses de los aportes jubilatorios “porque eso es hacer caja” (no explican cómo se hace para tener superávit fiscal sin recaudar. ¿Esperaremos algún divino maná?)

Si el Gobierno estatiza servicios públicos cuestionan el gasto y denuncian negocios. Y si quedan en manos privadas, protestan por la falta de inversión, que redunda en poca cobertura y mala calidad del servicio.

Con las tarifas de los servicios públicos, están en contra de su congelamiento porque disminuye la inversión de los concesionarios; pero al mismo tiempo se oponen a la suba de tarifas porque se perjudicaría a los usuarios.

Afirman que es indispensable integrarse al sistema financiero internacional y se oponen al pago al Club de París.

Reclaman el restablecimiento de la “confianza”; pero si el Gobierno tiene la del establishment lo acusan de antipopular; y si es el pueblo el que confía, es demagogia.

Temas políticos. Critican al Frente para la Victoria por la fortaleza del Partido Justicialista; y reprueban la transversalidad porque les quita partidarios. Critican la mano dura en la represión del delito porque es autoritaria; y se oponen al garantismo porque los delincuentes “entran por una puerta y salen por la otra”.

Apoyan los cortes de rutas de los terratenientes y están de acuerdo en que el Gobierno no reprima. Al mismo tiempo, se oponen a los cortes de calles de los piqueteros urbanos y reclaman la intervención policial.

Conclusiones. Para juzgar aspectos de la calidad institucional de la política argentina resulta interesante comparar a los reaccionarios serios referidos por Hirschman, con los reaccionarios locales que nos ofrece la Argentina contemporánea. En el caso de los reaccionarios filosóficos, su actitud política es el resultado de convicciones profundas y de posiciones políticas de fondo, por cierto en las antípodas del pensamiento nacional y popular. Representan el pensamiento de grupos sociales y políticos bien definidos. Son retrógrados, pero al menos tienen ideología y argumentos.

En cambio, nuestros reaccionarios locales practican un reaccionarismo de rebote. Como de lo que se trata es de contradecir y desgastar al Gobierno, no importan las opiniones. Resultan ser reaccionarios porque el Gobierno va en favor del progreso. Además, la mayor parte de los contradictores se siente cómodo en esa tarea porque coincide con alguna raigambre gorila.

Establecen así un relato reaccionario, del que surgen los argumentos en contra del gobierno. Lejos de la profundidad de los reaccionarios clásicos, han cambiado el concepto por la anécdota, la política por la estética, la prospectiva por la meteorología (huracanes, tempestades). Están fascinados por la fantasía negra de una crisis generalizada en la Argentina, tal vez para no sentirse tan solos en su experiencia histórica, rebajar al Gobierno nacional a la mínima legitimidad y aspirar de nuevo al poder, “ya que todos fracasamos”. Eso no sucederá: el discurso reaccionario local se encuentra limitado (desde hace varios meses ya), por las acciones del gobierno nacional.


viernes, 2 de enero de 2009

50 años después

Y el mismo reto de hacer la Revolución

por Lázaro Barredo Medina - Gramma

"La tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será más fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil."

Eso le dijo al pueblo de Cuba el Comandante en Jefe Fidel Castro el día de su entrada a La Habana el 8 de enero de 1959. Muchos no imaginaron siquiera el inmenso reto que les tocaría vivir.

Bastó que a los pocos días, Fidel comenzará a proclamar el derecho a la autodeterminación en las relaciones con Estados Unidos para que inmediatamente empezaran las agresiones, los intentos de atentados contra su persona y la irritación de los políticos norteamericanos, evidencia de lo cual son los discursos y artículos de la época, como lo prueba el editorial de la revista Time, vocera de los sectores más conservadores, bajo el título: "El neutralismo de Fidel Castro es un desafío para los Estados Unidos".

Ni neutrales podían ser los cubanos frente a Estados Unidos.

El triunfo de la Revolución aquel enero de 1959 significó para la nación cubana la posibilidad real, por primera vez en su historia, de ejercer el derecho de libre determinación. Desde ese momento ni el Presidente, el Congreso ni los embajadores de Estados Unidos pudieron mantener la capacidad de decidir lo que se podía o no se podía hacer en Cuba. Finiquitó la amarga dependencia por la cual los gobernantes norteamericanos y sus embajadores disponían de un poder muchas veces mayor para decidir cosas en Cuba, que el poder real que tenían para tomar decisiones dentro del gobierno federal de los Estados Unidos con respecto a cualquiera de los 50 estados que conforman la unión norteamericana.

Fue precisamente en ejercicio de este derecho que una vez conquistada la plena independencia nacional comenzó de inmediato la aplicación del programa anunciado por Fidel en el juicio del Moncada en 1953 y contenido en su histórico alegato La Historia me Absolverá.

Cuba estableció el régimen económico y social que consideró más justo y estableció un Estado socialista con democracia participativa, igualdad y justicia social.

La economía del país se caracterizaba por esta época por un escaso desarrollo industrial, dependiendo en lo fundamental de la producción azucarera y una economía agrícola concentrada en latifundios, donde los terratenientes controlaban el 75% del total de las áreas agrícolas.

La mayor parte de la actividad económica del país y sus recursos minerales eran regentados por capitales norteamericanos, los que disponían de 1,2 millones de hectáreas de tierra (una cuarta parte del territorio productivo), además de controlar la parte fundamental de la industria azucarera, la producción de níquel, las refinerías de petróleo, los servicios de electricidad y teléfono, la mayor parte del crédito bancario, entre otros. De igual modo, el mercado estadounidense acaparaba aproximadamente el 70% de las exportaciones e importaciones cubanas, siendo los volúmenes del intercambio comercial muy dependientes: Cuba, en 1958, exportaba productos por un valor de 733 millones de pesos e importaba por un monto de 777 millones.

El cuadro social imperante lo caracterizaba un alto grado de desempleo y analfabetismo, las situaciones precarias del sistema de salud, de la asistencia social y del estado de la vivienda de la mayor parte de la población, así como de abismales diferencias en las condiciones de vida entre la ciudad y el campo. Había una alta polarización y no equitativa distribución de los ingresos: mientras en 1958 el 50% de la población disponía sólo del 11% de los ingresos, un minoritario 5% concentraba el 26% de las rentas. Además, la discriminación racial y de la mujer, la mendicidad, la prostitución y la corrupción social y administrativa estaban muy extendidas.

La inaplazable solución a los problemas sociales y económicos más acuciantes de la sociedad cubana sólo podía asumirse con la libre disposición por el pueblo cubano de sus riquezas y recursos naturales, y así, al amparo de la Constitución, que fuera aprobada en 1940 y en correspondencia con las normas del Derecho Internacional, Cuba ejerció el derecho de disponer de esos recursos y asumió las obligaciones derivadas de ello, indemnizando a todos los nacionales de terceros países (Canadá, España, Inglaterra, etc.) con excepción de los nacionales de Estados Unidos, cuyo Gobierno rechazó las disposiciones cubanas y convirtió esta decisión del Estado cubano en un pretexto para desatar una guerra sin precedentes en la historia de las relaciones bilaterales entre dos naciones.

La Revolución no sólo entregó la tierra en propiedad a los campesinos, hasta entonces sometidos a condiciones semifeudales de producción y obligados a vivir en condiciones de extrema pobreza, sino que todos los recursos de que dispuso el país fueron dedicados al desarrollo económico de la nación y al mejoramiento de las condiciones materiales y de vida de la población. Para que se tenga una idea, sólo en la década de los 80, a la construcción de objetivos productivos y obras sociales fueron destinados aproximadamente 60 mil millones de pesos.

El proceso de industrialización llevado a cabo permitió el comienzo de la diversificación económica y productiva. Hasta el inicio de la crisis económica que con la desaparición de la Unión Soviética y del campo socialista europeo entre 1989 y 1991, dimos en llamar Período Especial, en Cuba con la Revolución creció 14 veces la capacidad de producir aceros, seis veces la de cemento, cuatro veces la de níquel, diez veces la de fertilizantes, cuatro veces la de refinación de petróleo (sin contar la nueva refinería de Cienfuegos), siete veces la producción textil, tres veces la del turismo, por mencionar algunas. También se crearon ramas completas e industrias nuevas como la construcción de maquinarias, la mecánica, la electrónica, la producción de equipos médicos, la industria farmacéutica, la industria de materiales de la construcción, la industria del vidrio, la cerámica, entre otras, a lo cual se suman las inversiones que acrecentaron y modernizaron las industrias azucarera, alimentaria y ligera. A ese esfuerzo se suman el desarrollo de la biotecnología y la ingeniera genética y otras ramas científicas.

El país también hizo esfuerzos en el mejoramiento de la infraestructura. La generación eléctrica creció más de ocho veces; la capacidad de agua embalsada aumentó 310 veces, de 29 millones de metros cúbicos en 1958 hoy supera los 9 000 millones de metros cúbicos, hubo una diversificación de carreteras y autopistas, modernización de los puertos y otros. Las necesidades sociales fueron bastante cubiertas, salvo en la vivienda que ha sido el gran problema cubano.

El progresivo crecimiento y diversificación del potencial productivo y la aplicación de un vasto programa social permitieron afrontar la solución del problema del desempleo. En 1958, con una población de 6 millones de habitantes alrededor de una tercera parte de la población económicamente activa estaba desempleada, de ella el 45 por ciento en las zonas rurales, mientras que de unas 200 mil mujeres empleadas, el 70% lo hacia en labores domésticas. Hoy, con 11 millones de habitantes, el número de personas ocupadas supera los 4,5 millones. Más del 40 por ciento de los trabajadores son mujeres y ellas representan hoy más del 60 por ciento de la fuerza técnica y profesional del país.

En 1958, la cifra de analfabetos y semianalfabetos alcanzaba a dos millones de personas. El promedio de nivel escolar entre los mayores de 15 años no sobrepasaba el tercer grado, más de 600 mil niños carecían de escuelas y el 58 por ciento de los maestros no tenían empleo. Sólo el 45,9% de los niños en edad escolar estaban matriculados y la mitad de ellos no asistía a clases, logrando terminar la enseñanza primaria solamente el 6% de los niños matriculados. Las universidades apenas tenían capacidades para unos 20 000 estudiantes.

La esfera educacional recibió una inmediata atención del Estado revolucionario. Lo primero que se desarrolló fue una masiva campaña de alfabetización con la participación de la población. Se construyó una extensa red de escuelas en todo el país y más de 300 mil maestros y profesores se desenvuelven con pleno empleo en ese sector. El promedio de nivel escolar entre los mayores de 15 años es de noveno grado. El 100% de los niños en edad escolar matriculan en las escuelas y el 98% culmina la enseñanza primaria y 91% la secundaria. Uno de cada 11 ciudadanos es graduado universitario y uno de cada 8 habitantes en la Isla tiene nivel de preparación técnico-profesional. Hay 650 000 estudiantes en las universidades en estos momentos y toda la enseñanza es gratuita. Se le garantiza además al 100% de los niños con deficiencias físicas y mentales la posibilidad de prepararse para la vida en escuelas especiales.

La precaria situación de la salud pública en 1958 la caracterizaba una mortalidad infantil que sobrepasaba la cifra de 60 por mil nacidos vivos y la materna un nivel de 118 por 10 mil. La tasa de mortalidad por gastroenteritis era de 41,2 por cien mil y la de tuberculosis de 15,9 por cien mil. En zonas rurales el 36% de la población padecía parásitos intestinales, el 31% paludismo, el 14% tuberculosis y el 13% de la tifoidea. La esperanza de vida al nacer se estimaba en 58,8 años.

La capital del país concentraba el 61% de las camas de hospitales y el 65% de los 6 500 médicos. En el resto de las provincias la cobertura era de un médico por cada 2 378 habitantes y en todas las zonas rurales de la nación existía únicamente un hospital.

Hoy toda la atención de salud es gratuita y Cuba dispone de más de 70 000 médicos para una cobertura de un galeno por cada 194 habitantes y casi 30 000 de ellos están prestando servicios en más 60 países. Se ha creado una red nacional de más de 700 hospitales y policlínicos. Por la masividad de la vacunación (en estos momentos a cada niño se le dota de 13 vacunas) han sido virtualmente eliminadas enfermedades como la poliomielitis, difteria, sarampión, tos ferina, tétanos, rubéola, la parotiditis y la hepatitis b. La mortalidad infantil es de 5,3 niños muertos por mil nacidos vivos y la esperanza de vida es de más de 77 años. También se prestan gratuitamente un conjunto de servicios médicos de avanzada que usualmente en el ámbito internacional no son considerados básicos, como es la atención en salas de terapia intensiva en hospitales pediátricos y de adultos, los servicios de cirugía cardiovascular, servicios de trasplantología, cuidados especiales perinatológicos, el tratamiento de la insuficiencia renal crónica, y los servicios especiales para la rehabilitación física y médica, entre otros.

No fueron tan solo las medidas económicas y sociales el centro de la atención del Estado revolucionario. También lo fueron los esfuerzos dirigidos a establecer la base jurídica interna que posibilitara el ejercicio del derecho a la libre determinación mediante una participación directa de la población en la discusión, análisis y aprobación de las principales leyes del país, donde se destacan la Constitución de 1976, aprobada después por el 97% de los cubanos mayores de 16 años mediante referendo u otras leyes trascendentales como el Código Penal, el Código Civil, el Código de Familia, el Código de la Niñez y la Juventud, el Código Laboral y de Seguridad Social y muchas otras.

De igual forma, la libre determinación del pueblo cubano se expresa en el derecho a defender a la nación frente a la agresión exterior. Hoy más de cuatro millones de cubanos —trabajadores, campesinos y estudiantes universitarios— están organizados en formaciones de milicias y cuentan con las armas en sus áreas de residencia o en sus fábricas y zonas campesinas.

Desde 1959, sin embargo, Cuba ha tenido que hacerle frente a la hostilidad de diez administraciones gobernantes norteamericanas que han pretendido limitarle el derecho de libre determinación mediante agresiones y la imposición unilateral de un criminal bloqueo económico, comercial y financiero.

Es un principio universalmente aceptado de la ley internacional la prohibición de la coacción de un Estado contra otro con el propósito de negarle el ejercicio de sus derechos soberanos. En el artículo 24 de la Carta de las Naciones Unidas se señala que las naciones deberán abstenerse en sus relaciones internacionales de la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado.

Durante los últimos 45 años los Estados Unidos han prohibido todo comercio con Cuba, que incluye alimentos y medicinas; cancelaron la cuota cubana de exportación azucarera, con fuertes sanciones, prohibió a sus ciudadanos viajar a la Isla, prohibió la reexportación desde terceros países a Cuba de productos de origen estadounidense que tengan componentes o tecnología norteamericana; proscribió a bancos en terceros países mantener cuentas de Cuba en dólares o utilizar esa divisa en sus transacciones con la nación cubana; han intervenido sistemáticamente para evitar u obstaculizar el comercio y otorgamiento financiamiento o asistencia a Cuba por gobiernos, instituciones y ciudadanos de otros países y organismos internacionales.

Esas represalias obligaron a Cuba a recomponer en la década de los 60 sus relaciones económicas de una manera estructural al verse obligada por las circunstancias y crear todos sus mercados fundamentales en los países de la antigua Europa del Este, principalmente en lo que fue la Unión Soviética, que obligó al país a una reconversión casi total de toda la tecnología industrial, medios de transporte, avituallamientos, etc.

Después que Cuba perdió sus mercados naturales en Europa del Este, el Gobierno norteamericano recrudeció a partir de 1992 sus medidas de bloqueo mediante la Ley Torricelli, bajo el pretexto de la "democracia y los derechos humanos" para prohibir a subsidiarias de empresas estadounidenses, radicadas en terceros países y sujetas a leyes de esas naciones, la realización de operaciones comerciales o financieras con Cuba (sobre todo en alimentos y medicinas), castigar con la prohibición de entrada a puertos norteamericanos, por 180 días, a buques que transporten mercancías hacia o desde Cuba o por cuenta de Cuba, medidas que por su carácter extraterritorial no sólo perjudican a Cuba, sino que laceran la soberanía de otras naciones y la libertad internacional de transportación.

El 12 de marzo de 1996, el Gobierno de Estados Unidos puso en vigor la Ley Helms-Burton que agrava las relaciones entre ambos países y pretende arrogarse el derecho de sancionar a ciudadanos de terceros países ante cortes norteamericanas, a la vez que determinar su expulsión o denegarles la visa de entrada a Estados Unidos, junto a sus parientes más cercanos, con el propósito de entorpecer el esfuerzo que realiza la nación cubana por recuperar su economía y obstaculizar sus posibilidades de lograr una mayor inserción en la economía internacional. De tal manera, pretende presionar a la población cubana para hacerla desistir de su empeño al derecho a la libre determinación.

Y en los años más recientes, han adoptado el Plan Bush que pretende convertir a Cuba en una colonia, mediante un programa anexionista y una sibilina intencionalidad de intervención bajo el pretexto de la "transición", donde el Departamento de Estado encarga a uno de sus dirigentes la responsabilidad de "gobernador" para cuando desaparezca el Estado revolucionario cubano. Este Plan, por el cual George W. Bush decidió "precipitar el día en que Cuba sea un país libre", recrudece el bloqueo y la presión sobre los cubanos, incluso reprime las relaciones familiares de los cubanos residentes en Estados Unidos, entrega millonarios recursos a los grupos terroristas enclavados en Miami, así como a sus mercenarios subordinados a la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana y promueve fórmulas para desestabilizar el país y redoblar la presión internacional sobre la Isla.

Esa hostilidad norteamericana ha tenido otras connotadas manifestaciones de agresión que van desde la agresión militar por Bahía de Cochinos en 1961, la guerra sucia de las bandas contrarrevolucionarias auspiciadas y fuertemente abastecidas militarmente por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, la guerra bacteriológica contra plantaciones agrícolas (caña, tabaco y cítrico), animales (fiebre porcina) y personas (dengue hemorrágico), hasta los planes de sabotajes, bombardeos mediante el uso de avionetas piratas y de atentados contra los principales dirigentes del país.

Es notoriamente público la labor que realizan las organizaciones terroristas en la ejecución de acciones militares contra Cuba desde territorio norteamericano, difundidas y alentadas por los medios de comunicación en Miami, quienes ejercitan un constante reclutamiento de aventureros dispuestos a marchar hacia Cuba como espías y saboteadores y quienes declaran abiertamente que no sienten ningún temor a ser procesados ni condenados por las autoridades estadounidense.

Esa es la causa por la que jóvenes patriotas han tenido que hacer dejación de sus intereses personales para servir a los intereses de la nación, sacrificar incluso a sus familias, e infiltrarse dentro de las filas de esos grupos terroristas para conocer de sus actividades y evitar con esa información el derramamiento de sangre del pueblo cubano y del pueblo norteamericano y estar dispuestos a pagar el precio de la irracionalidad política del Gobierno de Estados Unidos, como sucede hoy con Los Cinco héroes injustamente presos en cárceles norteamericanas por luchar contra el terrorismo.

A ello se suma el fuerte dispositivo militar creado por Estados Unidos alrededor de Cuba y sus constantes actividades que generan tensiones, así como la ocupación ilegal de la Base Naval de Guantánamo en suelo cubano (convertida hoy en una terrorífica prisión), porción territorial arrendada por Cuba por la fuerza a Estados Unidos a principios de siglo y que el Gobierno norteamericano se niega a devolver al pueblo cubano.

A principios de los 90, desaparecida la Unión Soviética, aislada y vilipendiada por la reacción internacional, Cuba soportó el golpe terrible de perder en cuestión de meses el grueso de sus mercados y crecer abruptamente en su producto interno bruto, y probó que brillaba con luz propia y que nunca había sido satélite de nadie, porque pudo soportar esa coyuntura por la extraordinaria prueba de resistencia de la mayoría de la población cubana que ha actuado desde motivaciones auténticas, valores y principios éticos.

La población cubana decidió respaldar consciente y consecuentemente a la conducción política del país, no solamente porque identifican al sistema con su propio interés, sino también por la manera responsable en que el Estado ha asumido la crisis, reorganizó sus fuerzas y ha diseñado una estrategia para buscar las salidas, pese al bloqueo norteamericano y las condicionalidades de sus aliados europeos.

Los sacrificios provocados por esa situación han sido duros, pero han podido ser soportados no solo por los indiscutibles avances sociales logrados, sino también por la confianza depositada en los órganos dirigentes del país y la apreciación de la gente de que su gobierno no era un gobierno decadente ni con crisis en su gestión o carente de estrategias, sino que ha probado que ni aún en las más difíciles circunstancias dejó de tener a la población en el centro de toda su labor.

Han pasado 50 años y el proceso liberador ha llegado hasta aquí en la misma dirección de aquella noche donde Fidel ante la muchedumbre que lo aclamaba en el hasta entonces cuartel general de la tiranía, dijo que quizás en lo adelante todo sería más difícil porque habría que luchar por hacer la Revolución.

Es el reto de esa lucha lo que se mantiene en las actuales circunstancias por desterrar los vicios y enaltecer las virtudes, con el Comandante como soldado de las ideas sirviendo de brújula en la lucha por la libertad y la independencia.

Los enemigos de Cuba apuestan a lo contrario. En este mundo donde la política es una caricatura no pueden entender que esta Revolución en su pensamiento y en su acción es un proceso de continuidad y que el compañero Fidel seguirá siendo el líder de la Revolución de hoy y de mañana, que por encima de cargos y títulos, seguirá siendo el consejero de ideas al que tendremos que acudir siempre, porque Fidel ha logrado trascender la vida política para insertarse como algo íntimo en la vida familiar de la inmensa mayoría de los cubanos.