jueves, 15 de mayo de 2008

Progresismo

Carta abierta a Carlos "Chacho" Álvarez:

El Plan Cóndor y el Consenso de Washington, o sea el terror de Estado y las democracias restringidas, nos dejaron como secuela más inmediata el miedo, que a mi juicio es el peor enemigo del alma humana...

...el miedo derivó en egoísmo con todos sus matices: consumismo, hedonismo, individualismo, absoluta pérdida de la noción de comunidad en todos sus niveles, escepticismo, autoritarismo, xenofobia, o sea, profunda derrota cultural, a mi juicio, la más grave de todas las derrotas, mucho más que las que sufrimos como pueblo en el plano económico, político y social.

Una de las grandes medicinas para “este mal de espíritu” de las clases medias quebradas culturalmente fue el progresismo, cuya más alta expresión política y mentor de la misma fue y es el profesor Carlos “Chacho” Álvarez.

Este supone que para afrontar la crisis de los sectores medios es necesario no confrontarlos, “hacer surf” sobre la derrota y construir los consensos posibles que permitan establecer una agenda política de transformación.

El target del progresismo indica figuras lánguidas, mesuradas, que no “hagan olas”, que no propongan nada alternativo a la derrota, que se limiten a cumplir con el mandamiento que dice “no robarás". En lo político construyeron herramientas, independientemente de su presente con Eduardo Sigal a la cabeza, con un profundo sentido autoritario, como fue el Frente Grande, el Frepaso, la Alianza, donde se despreciaba la participación popular, las listas de candidatos se armaban a dedo, y si alguna vez hubo elecciones, fue porque los matanceros fuimos a la justicia y obtuvimos un contundente triunfo en este sentido. Álvarez renunció antes de la catástrofe, terminó pidiendo que Cavallo fuera el jefe de gabinete de De la Rúa, jactándose de que cada día se sentía más neoliberal, es decir se arrodilló frente al no se puede, al pensamiento único hegemónico en esos tiempos.

Coincido con Álvarez en que no debemos entregar a la clase media a un proyecto conservador, sin embargo, el debate que propongo es si a esas clases medias (profesionales, chacareros, trabajadores formales, comerciantes, etc.) se las suma en estos tiempos, evitando hablar de la maniobra contraria a los intereses de las mayorías nacionales y populares, de los que esos sectores medios son objetivamente parte, aunque muchas veces se identifiquen con los sectores dominantes.

Es cierto que dejar una parte de los sectores medios y de la pequeña burguesía en manos de la oligarquía es un error que se paga caro, ya que estos terminan siendo la base social de la desestabilización de gobiernos elegidos mayoritariamente por el pueblo. Esa definición que necesitamos de los sectores medios creemos que se resolverá si se tiene conciencia del conflicto histórico que existe entre los intereses de la puta oligarquía y el pueblo, del que los sectores medios forman parte.

El progresismo argentino se fue junto con De la Rúa en helicóptero. Hoy Álvarez nos sorprende a todos y en especial a los Kirchner con un oportunismo desleal y ecléctico. Reaparece de la mano del grupo Clarín que sospechosamente lo promociona, hostigando al nacionalismo popular, denostando a Jauretche y haciendo afirmaciones temerarias que tienen una fuerte carga de desprecio cuando afirma que “no se puede convocar a dirigentes a los cuales la negritud no reconoce” en obvia alusión a mi persona.

Álvarez, la primera vez que Ud. pudo hacer una acto de masas en el conurbano en 1997, fue en La Matanza de mi mano, quien fui su primer candidato a concejal por ese distrito en primer término, donde sacamos 237 mil votos y le empatamos al pierrismo.

Tampoco me parece que quien ha abandonado el barco de la Alianza sin asumirse como referencia del desafío de esa época, sea el más indicado en poner en duda al Compañero Moyano como referencia épica.

Hoy nuestra América morena, indo-afro-hispanoamericana ha encontrado otras medicinas para el mal de amores de nuestras clases medias, donde en realidad las alternativas al modelo neoliberal conservador no surgen de los dogmáticos manuales de las izquierdas sino de la memoria colectiva de los pueblos, donde la experiencia de los nacionalismos populares revolucionarios ha calado hondo y nos ha regalado por tramos de la historia momentos de esperanza, en los que alguna vez fuimos felices. Cautemoc Cárdenas en México, Getulio Vargas en Brasil y Perón en la Argentina son la manifestación contundente de la memoria colectiva.

Hoy Chávez, Evo, Kirchner, Ortega, Lugo, Lula, Tabaré, Correa, con matices, diferencias, contradicciones e impurezas (para que no se enloquezca el energúmeno de Ernesto Tenembaun) expresan integración latinoamericana, autonomía a la hora de tomar decisiones respecto del imperio (Mar del Plata-ALCA es la expresión más alta de esta afirmación), el Banco del Sur y el planteo de Rafael Correa de repatriar las reservas nacionales que hoy están al 1,5% o 2% anual en la Reserva Federal de los Estados Unidos de Norteamérica. Que la renta petrolera, gasífera se reinvierta en los países de la región, que vayamos soñando con estructuras comunes de defensa nacional, olvidando para siempre las hipótesis de conflicto creadas por el imperio para fracturar a nuestro países. El haber podido ponerle freno al Plan Colombia-Uribe-Bush desde la OEA es la expresión de cuánto podemos hacer si recuperamos los sueños de los padres fundadores que fueron derrotados por el imperio y las oligarquías lacayas y cómplices. Bolívar murió en su exilio en Santa Marta, convencido de que había arado en el mar. Sucre fue asesinado. San Martín partió al exilio para evitar ser encarcelado o fusilado por las autoridades de Buenos Aires. Sólo podría haber regresado en 1829 a instancias de Manuel Dorrego (la barbarie), que fue fusilado por Lavalle (la civilización). Murió en el exilio.

A dos años y medio de cumplir doscientos años de historia, no escatimemos confrontar la derrota cultural de los sectores medios para hacerlos reflexionar, para que puedan reencontrarse a sí mismos, para que puedan volver a ser parte de una identidad común. Sólo así podemos evitar que caigan en manos conservadoras, ofreciéndoles lo mejor de nuestra identidad bicentenaria. Que volvamos a escuchar a las voces de Raúl Scalabrini Ortiz, de Arturo Jauretche, de Juan José Hernández Arregui, de John William Cooke a quienes tanto subestima y desprecia Carlos “Chacho” Álvarez.

Para no caer en la trampa nuevamente, la alternativa de hierro es progresismo berreta o nacionalismo popular, federal y revolucionario.

por Luis D'Elía.

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